Consideraciones teóricas sobre el desarrollo de FairCoin

La llegada de FairCoin a un precio igual al del Euro es un hito importante que merece la pena considerar en diferentes aspectos. 

Primeramente, ello facilita que la gente confíe en esta moneda y que más colectivos y comerciantes quieran empezar a usarla.  Desde el punto de vista del proyecto, demuestra un éxito real a la hora de combinar viejas formas de organización, como las cooperativas, con las posibilidades que ofrecen los nuevos campos económicos y los avances tecnológicos, rejuveneciendo así el radicalismo para el siglo XXI.

Desde una perspectiva más amplia y más intelectual, esto también requiere cierta reformulación teórica sobre cuál es exactamente la realidad a la que estamos asistiendo actualmente, cuáles son nuestras metas precisas y de qué herramientas disponemos para alcanzarlas. Esto ayudará a que el radicalismo (entendido como transformación desde las raíces) deje la abstracción con la que ha estado afligido durante la era postmoderna y encuentre su lugar en la nueva era para intervenir con éxito en el desarrollo político y asegurar que puede presentarse un modelo cooperativo sin Estado como una alternativa factible.

Lo que significa el logro del 1:1 es un ejemplo práctico de un satisfactorio despliegue a gran escala, un proyecto tecnológico de vanguardia conectado a organizaciones cooperativas del mundo real. Está en primera línea a la hora de conectar un deseo de autonomía con los avances que ofrece la tecnología blockchain (cadena de bloques) y las criptomonedas. Además, son precisamente estos principios radicales los que han generado resultados positivos: un crecimiento lento y realista, medidas básicas antiespeculativas en la gestión de la moneda para evitar fluctuaciones contraproducentes y el foco puesto en el uso práctico en redes económicas cooperativas. Esto significa, por un lado, la necesidad de establecer una concepción diferente de lo que es el éxito, comparada con las dudosas referencias de las que se sirve este mundo actual que tan mal funciona; pero también la aceptación de que hay que actuar en un mundo que es cómo es y no como nos gustaría que fuese. Esta es la forma en la que en estos momentos se puede cambiar el sistema con éxito.

También es importante destacar la "media dorada" que se ha logrado en la gestión de FairCoin. Los extremos de cada lado de dicha media -los dos bandos opuestos- podrían proponerse: uno como una moneda totalmente descentralizada que sólo funciona dentro de los mercados (como el resto de criptomonedas), y el otro como una concepción estatista que ve la tecnología de la cadena de bloques sólo como un medio con el que los gobiernos pueden sumar liquidez pagando con ella a los funcionarios públicos y que depende del control político de un gobierno municipal, regional o estatal.

El experimento con Bitcoin y otras monedas podría llamarse "anarco-capitalista"; aquél de una cadena de bloques introducida por un Gobierno implica ideas de regulación estatista (y presumiblemente socialdemócrata). La primera idea es simplemente que sin la intervención del Estado, y haciendo caso omiso de la realidad del mundo actual, el libre funcionamiento de los mercados proporcionará una solución ideal. Pero la clara divergencia entre los principios declarados inicialmente y el funcionamiento real y la inversión especulativa financiera a gran escala (creando fluctuaciones salvajes de precios) en Bitcoin, Ethereum, etc. muestran que esto carece de protección frente las estructuras de poder existentes en este mundo, que actúan con gran determinación para explotar y obtener beneficio de los potenciales avances sociales. 

Por otro lado, la solución gubernamental, que todavía no es una realidad (que ya es una crítica, dadas las crisis sociales extremas en Grecia y España por ejemplo, donde estas ideas han sido muy discutidas), carece de la importancia de una participación individual con conciencia política y es, en su lugar, un proyecto burocrático; y además, sería un programa que podría fácilmente terminar tan pronto como cambiase el resultado electoral, y especialmente si éste enfatizara características políticas más radicales.

Por un lado, está el problema de la escasez de control; por el otro, el problema del exceso del mismo. Por estas razones, FairCoin ha recibido disparos teóricos desde ambos bandos; pero con su historial visible y creciente éxito, es capaz de defenderse. No se puede poner una fe utópica en los mercados (que no difiere ideológicamente de los preconceptos del neoliberalismo); tampoco puede ponerse una fe igualmente utópica en el Estado, que fue el error de la mayoría del radicalismo del siglo XX. La verdadera solución es tomar lo mejor de ambos lados: confiar en las opciones de los individuos y las redes descentralizadas, pero refinar esta idea y enfocarla a través de la toma de decisiones políticas conscientes de las cooperativas autogestionadas.  Y por otro lado, las decisiones políticas tienen que ser coherentes y centradas en una clara diferencia ética respecto a los métodos especulativos y adquisitivos, sin que por ello tengan que encajar tampoco en las estructuras burocráticas del Estado y las campañas parlamentarias. 

Este camino de moderación, tomando lo mejor de ambos lados y mejorando sus insuficiencias, es el de FairCoin y el de la estructura global de FairCoop. Por eso ha alcanzado, de forma sostenible, estable y controlada, la paridad con el Euro; y  también por eso promete mayores avances de cara al futuro.

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