El movimiento postcapitalista conocido como FairCoop se fortalece sin parar en todo el mundo, de una manera integrada. Independientemente de las decisiones de las instituciones centralizadas, las declaraciones de las organizaciones jerárquicas, las fluctuaciones de la especulación del mercado y el escepticismo dominante, nos estamos empoderando de forma exponencial y radiante.
Tres años de intenso activismo cooperativo han hecho de las herramientas de emancipación económica y social una realidad, hasta el punto de que cualquier persona con acceso a Internet puede llegar a ser autónoma en su entorno local -con independencia de cuáles sean su cultura, situación política, presiones económicas o imposiciones legales- y pasar a formar parte de la nueva economía justa global.
Durante tres años con FairCoop, un grupo de activistas cooperativos han empleado su energía en construir un conjunto innovador de herramientas y soluciones para ayudar a la gente a tener una alternativa práctica real; por ejemplo, están creando una economía novedosa, independiente y justa con la ayuda de una criptomoneda antiespeculativa única: FairCoin. De esta forma, FairCoop y sus estructuras están creando las herramientas para salirse paulatinamente del control del Estado y el capital, ofreciendo un plan de transición realista en vez de apoyarse simplemente en una retórica vacía o en abstracciones intelectuales. Es un proyecto constructivo y juega un papel importante, ya que la verdadera tarea del radicalismo hoy en día es ayudar a las personas, colectivos y regiones a darse cuenta de que no necesitan de burocracias estatales, partidos políticos o instituciones económicas impersonales.
Entendiendo que nos enfrentamos no sólo a una crisis financiera pasajera, sino a una desintegración sistémica, nos dimos cuenta de que el sueño verdaderamente irrealista y utópico era el de la acumulación capitalista ilimitada, ya que los poderes establecidos insisten en ir de cabeza al precipicio, empeñándose obstinadamente en la creciente desigualdad y el consumo interminable de recursos finitos. Mientras, para nosotras estaba claro que la propuesta realista era una autogestión integral, ecológica y gestionada desde las bases, de nuestra propia vida económica. En otras palabras, teníamos que lograr la autonomía funcional del sistema económico actual para dar a las generaciones futuras un entorno habitable y una sociedad que funcione. Simplemente, dejamos de quejarnos de un sistema evidentemente dañino y empezamos a dedicar nuestra energía a la construcción de una alternativa acorde con nuestros valores.